MONROE, Wash. – En una fría noche de invierno, un potrillo prematuro fue hallado casi congelado dentro de un establo en Monroe, un pueblo en el estado de Washington. Esta región del noroeste de los Estados Unidos, conocida por sus inviernos rigurosos y paisajes montañosos, evoca imágenes familiares para muchos lectores de América Latina, acostumbrados a climas fríos en zonas andinas o patagónicas. El pequeño burro, posteriormente llamado Elsa, fue descubierto en condiciones precarias, con su vida en peligro.
“Lo encontramos con 14 grados Fahrenheit (–10 grados Celsius) y lo trasladamos inmediatamente al interior, utilizando un secador de pelo para intentar calentarlo. Era una situación crítica”, recordó Brenda Ohlsen, al referirse a los primeros momentos de la vida de Elsa. Es importante señalar que Fahrenheit es una escala de temperatura diferente a la Celsius, ampliamente utilizada en muchos países de habla hispana.
A pesar de sobrevivir a esa noche, Elsa enfrentó otro desafío semanas después. Aunque se fortaleció y recibió antibióticos diariamente, la tragedia golpeó cuando su madre, Mocha, falleció, dejándola huérfana. La pérdida de la madre es un tema especialmente sensible en muchas culturas hispanas, donde el vínculo familiar es primordial.
“En ese momento, nos encontramos completamente solos”, dijo Ohlsen.
Brenda y Mike Ohlsen, los dueños de Elsa, asumieron el cuidado del potro. Le pusieron el nombre de Elsa en alusión a la película de Disney “Frozen”, un guiño a las difíciles condiciones que enfrentó al nacer. La popularidad de “Frozen” en Latinoamérica hace que esta referencia sea fácilmente comprensible.
“Creemos que estuvimos a solo 15 o 20 minutos de perderla, estaba tan fría”, comentó Mike.
Justo cuando parecía estar prosperando, Elsa sufrió una nueva complicación. Una lesión en su pata se convirtió en una infección grave que se extendió hasta el hueso, amenazando su movilidad y su vida.
“Nos enfrentamos a una decisión difícil. Podíamos optar por sacrificarla o considerar la amputación, una opción que inicialmente desconocíamos”, explicó Ohlsen.
En busca de una solución, los Ohlsen y su veterinario consultaron con especialistas de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Estatal de Washington en Pullman. La Universidad Estatal de Washington es una institución pública de gran importancia en el estado.
“¿Cómo podríamos haber dicho que no? Sabíamos que si podíamos eliminar la infección y la pata afectada, ella tendría una oportunidad”, relataron los Ohlsen. “La trasladamos a Pullman al día siguiente”.
Allí, un equipo liderado por la Dra. Kelly Farnsworth y otros cirujanos realizaron una amputación quirúrgica y posteriormente le implantaron a Elsa una prótesis personalizada, un procedimiento poco común e intrincado para un burro en miniatura. El uso de tecnología avanzada en la medicina veterinaria es una tendencia global en crecimiento.
“Estos son los casos que nos motivan como veterinarios. Los animales que desafían las expectativas y sobreviven”, afirmó Farnsworth.
Una vez disminuyó la inflamación postoperatoria y Elsa recibió su prótesis permanente, su recuperación tomó un giro positivo.
“Tan pronto como comprendió que podía usar la pata sin dolor, comenzó a caminar y su comportamiento cambió radicalmente. El progreso fue notable a partir de ese momento”, dijo Farnsworth.
Según la Universidad Estatal de Washington, el equipo veterinario también creó una prótesis temporal mientras Elsa esperaba su dispositivo de fibra de carbono personalizado, utilizando materiales como tubería de PVC y otros componentes. La prótesis temporal ayudó a Elsa a readaptarse a la marcha y a recuperar su equilibrio. El uso de materiales reciclados en la prótesis temporal refleja una creciente conciencia ambiental.
Cuando los Ohlsen fueron a recoger a Elsa, recibieron una sorpresa: el equipo veterinario les obsequió una manta hecha a mano con la imagen de Elsa de Disney, un gesto que refleja el profundo impacto que el pequeño burro tuvo en quienes la atendieron. Este tipo de detalles personalizados y emotivos son comunes en la cultura estadounidense.
“Le habíamos hecho una promesa a su madre cuando estaba pasando, y le prometí que le daría la mejor vida posible, para que no tuviera que preocuparse por nada. Ese es nuestro objetivo”, dijo Ohlsen.
El viaje de Elsa, desde un recién nacido frágil y congelado hasta un joven próspero con una prótesis de pata, es un testimonio de la resiliencia animal, la innovación veterinaria y la determinación de una familia que se negó a rendirse.
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